thumb_cobblerPor Anil Chandra


 



En 629 D.C. Song
Tsen Gampo (Srong-tsan-gampo) de la dinastía Yarlung subió el trono en Lhasa y
por orden de sus dos reinas (una del Nepal y la otra de la China) el Budismo fue
introducido a Tibet. Sin embargo, fue bajo su bisnieto Trisong Deutsen  que Tibet se convirtió en un país
budista.  Padmasambhava, un budista
tántrico que vivía en Uddiyana en el noroeste de la India, fue invitado a Tibet
en el 747 D.C. y fue su asociación con el rey Deutsen que produjo la diseminación
del Budismo en esa tierra. 


 


Esta es la historia
de como sucedió. 

En Lhasa en el año
751 D.C., vivía un zapatero que se llamaba Tongstan.  Él tenía una pequeña habitación en un sótano,
con una pequeña ventana que miraba hacia la calle. Lo único que podía ver a
través de ella eran los pies de los que pasaban por ahí.  Sin embargo, Tongstan reconocía a toda la
gente por sus botas. Él había vivido largo tiempo en ese lugar y tenía muchos
conocidos.  Había pocas botas en el
barrio que no hubieran pasado por sus manos, por lo que muchas veces veía su
propio trabajo a través de esa ventana. 


 


Tongstan siempre
había sido un hombre bueno, pero en su vejez comenzó a pensar cada vez  más sobre su alma y Dios. Mientras
trabajaba  para un maestro zapatero, su
esposa había muerto, dejándolo con un hijo de tres años. Ninguno de sus hijos
mayores había logrado sobrevivir, todos ellos murieron durante la
infancia.  Al principio penso en enviar a  su pequeño hijo donde su hermana al campo,
pero le dio tristeza separarse del pequeño. 
Pensaba: ‘Va a ser duro para mi pobre muchacho tener que crecer en una
familia extraña. Se quedará conmigo’.


 


A fin de ganar más
dinero, Tongstan dejó a su maestro y comenzó a trabajar por su propia cuenta.
Pero nunca pudo almorzar con su niño. Apenas tuvo el muchacho la edad para
poder ayudar a su padre, se enfermó y después de una semana con una
fiebre altísima, murió.  Tongstan no
pudo aguantar su remordimiento y dio rienda suelta a su desesperación que fue
tan grande y sobrecogedora que murmuraba en contra de Dios.  En su hondo pesar rezaba una y otra vez
porque él también muriera, reprochando a Dios por haberse llevado a su hijo que
tanto amaba, su único hijo, mientras él, con lo viejo que estaba, seguía
vivo.  


 


Un día, Gyatsho
Tshering, un viejo de la aldea natal de Tongstan,  quien había llegado a ser un monje, pasó a
verlo en su camino al monasterio. 
Tongstan le abrió su corazón y le contó de su duelo. 


 


"Yo no deseo
seguir viviendo, hombre santo", le dijo. "Todo lo que pido a Dios es
que pueda morir pronto. Ya no tengo ninguna esperanza en este mundo".

 

El monje viejo le
contestó: "Usted no tiene ningún derecho de decir tales cosas, mi amigo.
El nacimiento y la muerte son parte de la vida. Así lo es el sufrimiento. Su problema es que usted desea vivir sólo por su propia felicidad".


 


"¿Para qué otra
cosa debiera uno de vivir?" Le preguntó Tongstan. 


 


"Para el
Nirvana", dijo el monje. "El dolor, 
el sufrimiento, el descontento y todas las otras formas de la
insatisfacción  son inherentes a la vida.
Al abandonar nuestro  gusto por el deseo,
nuestra gratificación personal y nuestro modo de vida egoísta, nosotros podemos
alcanzar el Nirvana".


 


Tongstan se quedó en
silencio por un momento y luego preguntó: "¿Pero cómo puede uno lograr el
nirvana?"


 


Gyatsho Tshering
contestó: "La manera de cómo lograr el Nirvana nos fue mostrada por Buda. Él predicó
su mensaje de compasión y felicidad verdadera muchos siglos atrás. Si usted
sigue sus enseñanzas estará más contento".


 


El fabricante de
botas se inclinó humildemente y preguntó dónde podría obtener las enseñanzas de
Buda.


 


"Las enseñanzas
de Buda están en los manuscritos llamados "Echando a andar la Rueda de la Ley".  Esto está en Sánscrito mientras que nuestro
idioma es el Bhot. Si usted quiere yo puedo venir en los próximos días y
contarle el mensaje de Buda".


 


"Esto sería lo
más amable de su parte, santísimo Gyatsho Tshering", dijo Tongstan.


 


Y así comenzó la
educación de Tongstan. Al principio, ellos sólo se veían en los días
feriados,  pero en cuanto comenzaron,
Tongstan sintió que su corazón estaba tan liviano que quería ver a su amigo
todos los días.  A veces se absorbía
tanto en las discusiones que el petróleo de su lámpara se consumía antes de
pensar en despedirse de su amigo.  Antes,
cuando él se iba a dormir se iba con el corazón pesado, quejándose mientras se
acordaba de su hijo; pero ahora se encontraba en paz y contento. 


 


Desde ese tiempo la
vida de Tongstan cambió. Llegó a ser pacífico y calmado. Mientras más discutía
sobre las enseñanzas de Buda,  mejor
comprendía la vida  y más clara y feliz
se sentía su mente.


 


Ahora, Tongstan
también era el fabricante de botas del rey de Tíbet, Trisong Deutsen, quien
vivía en el majestuoso Palacio Rojo llamado Khritse Marpo.  Tongstan frecuentemente iba donde el rey para
hacer o remendar sus zapatos. Esto lo llevaba bastante cerca del rey y
frecuentemente compartía su duelo y pena con él.


 


Un día el rey le
pidió: "Tongstan, usted perdió su hijo único hace poco y había perdido todo
su deseo de vivir. Ahora noto que su pena ha disminuido y usted está en paz
consigo mismo.  


¿Qué ha traído este
milagro?".


 


"Mi
Señor", contestó el fabricante de botas, "son las enseñanzas de
Buda. Él me ha enseñado el significado de la vida".


 


"Usted sabe Tongstan,
yo también he oído sobre los milagros de Buda. 
Pero nunca he entendido el completo significado de esta religión.  Todavía me confundo entre nuestras creencias anteriores,
cuando seguíamos la religión chamánica y cuando adorábamos a nuestros dioses
locales, y estas enseñanzas del Buda. Muy recientemente un hombre de Uddiyana
en el noroeste  de Aryadesh ha venido a
mi corte. Su nombre es Padmasambhava. Él también habla de los numerosos
milagros del Buda. ¿Por qué no trae usted a su monje amigo para acá para que
todos podamos aprender algo más?"


 


"Por supuesto,
Su Majestad. Yo haré como usted pide".


 


Y así, Gyatsho
Tshering fue traído al rey y allí nuevamente comenzaron una serie de largas
discusiones entre este monje tibetano, Padmasambhava, el rey y el fabricante de
botas. Como el rey Trisong Deutsen sabía leer, él también comenzó a estudiar
los manuscritos Budistas.  


Mientras tanto,
Gyatsho Tshering, el viejo monje tibetano cayó enfermo y  murió.


 


Su muerte tuvo un
efecto profundo en el rey. Él cayó en un profundo duelo y comenzó a preguntarse
sobre el significado de la vida. Siendo incapaz de contenerse por más tiempo,
le preguntó un día a Padmasambhava: “qué es lo que es la felicidad y cómo se
puede obtener”.


 


"No hay
felicidad absoluta, Su Señoría," contestó Padmasambhava. "Desde
luego, el sufrimiento es inherente en nuestras 
vidas.  Se debe a nuestra
apetencia por la satisfacción individual; puede ser terminado al parar con esta
apetencia; y esto sólo se puede lograr tomando el camino del medio como
fue  propuesto por Buda".


 


"¿Y qué es este
camino del medio?" preguntó el rey.


 


"Esto, Mi
Señor", contestó Padmasambhava, "es seguir un camino entre la auto
indulgencia y el ascetismo extremo; y conduciendo una vida moral y bien
ordenada".


 


Trisong Deutsen
pensó sobre esto por algún tiempo. Después de un largo silencio le pidió:
"¿Cómo puede seguir uno este camino del medio?"


 


"Mi Señor, esto
se llama el Noble Óctuple Camino", contestó el  hombre de la India. "Es la recta
visión, la recta resolución, el recto discurso, la recta conducta, la recta
subsistencia, el recto esfuerzo, la recta memoria, y la correcta
meditación".


 


El rey permaneció en
silencio por largo tiempo.  Mientras más
pensaba sobre este camino más le gustaba la idea.  "¿Predicó Buda esto?" le preguntó.


 


"Sí, Mi
Señor", contestó Padmasambhava. "Por esto nosotros lo llamamos el
Tathagata.  Esto significa: el que ha
logrado la iluminación".


 


"Seguramente fue un
gran hombre, Padmasambhava", dijo el rey. 
"¿Dijo algo acerca del sufrimiento?"


 


"Sí, Su
Majestad", contestó el hombre de Aryadesh.


 


"¿Qué?"


 


"Que el
nacimiento produce sufrimiento, que el envejecimiento produce sufrimiento, que
la enfermedad produce sufrimiento y que la muerte produce sufrimiento, cada
deseo que permanece sin ser cumplido produce sufrimiento, en breve los cinco
componentes de la individualidad producen sufrimiento".


 


Mientras más Deutsen
contemplaba estas respuestas, más mérito le encontraba a las enseñanzas de
Buda. Meditaba sobre estas respuestas por muchos días. Entonces un día le pidió
a Padmasambhava qué le dijera cual sería la mejor manera de evitar estos
sufrimientos.


 


"Esto se llama La Noble Verdad sobre
como parar el Sufrimiento, mi Señor," contestó él. "Es terminar por
completo con esa sed, para que no quede ninguna pasión. Significa abandonar por
completo esta sed, liberarse de ella sin darle ningún espacio".


 


Sin embargo, a pesar
de estas charlas largas con Padmasambhava, Trisong Deutsen todavía no estaba
completamente convencido de los méritos de las enseñanzas de Buda comparadas
con sus propias creencias en los dioses locales. Entonces un día, le preguntó a
su amigo hindú:


"Hombre santo, usted también sabe algo
sobre las ciencias ocultas.  ¿Por qué no
le pide a su Buda que venga a hablar conmigo y 
me cuente la verdad sobre de vida?".


 


Padmasambhava
contempló la pregunta del rey por un largo tiempo. "Muy bien, Su Alteza.
Yo haré algo hoy. Yo estoy seguro que Buda le concederá su deseo y  lo vendrá a ver en persona".


 


Esa noche mientas
Deutsen contemplaba tenebrosamente su vida, 
colocó su cabeza sobre sus brazos, y antes de darse cuenta se quedó
dormido.


 


Repentinamente oyó
una voz: "Rey Deutsen!", como si alguien hubiera susurrado esas
palabras en su oído.


 


Desde su estado
somnoliento preguntó: "¿Quién está allí?"


 


Se dio vuelta y miró
hacia la puerta y no vio a nadie. De nuevo se oyó la voz.  Esta vez muy claramente: "Rey Deutsen,
Rey Deutsen!"


“Vaya mañana a la
pieza de su amigo, el zapatero de botas, y pídale que lo deje sólo allí por un
día y espéreme, porque allí estaré.  Es
importante que esté solo".


 


Al día siguiente
Deutsen se levantó antes de la madrugada y después de comer algo, se fue
silenciosamente a la pieza de su amigo Tongstan.  Allí le contó a Tongstan que deseaba quedarse
un día completo solo en su pieza para contemplar.   Muy confundido y choqueado Tongsten dejó al
rey solo. Él se fue a quedar por un día en el monasterio de Samye.


 


Así Deutsen se sentó
al lado de la ventana, miraba la calle, y cuando alguien pasaba estiraba su
cuello tratando de ver quién pasaba por allí. Pasó un mozo con ropas rasgadas;
después un cargador de agua.
Algunos niños pasaron jugando por la ventana. De repente pasó  por la ventana un soldado viejo del ejército
con su sable en mano. Deutsen lo conocía porque ambos habían peleado en muchas
guerras juntos. Su nombre era Tsering Wangyal y este comenzó a limpiar la nieve
frente a  la ventana.


 


"Yo debo estar
enloqueciendo", pensó Trisong Deutsen, riéndose de sí mismo. "Tsering
Wangyal viene para limpiar la nieve y yo me imagino que es Buda que me viene a visitar. Soy un
tonto".


 


Sin embargo, después
de que pasara un rato se sintió atraído de mirar nuevamente por la ventana. Vio que Tsering Wangyal había apoyado
su espada en la pared y estaba descansando o se estaba tratando de calentar. El
hombre estaba viejo y destruido y evidentemente no tenía suficiente fuerza para
terminar de limpiar la nieve.


 


"¿Qué pasaría si lo
llamo para que entre y le ofrezco un poco de té?’"pensó Deutsen.


 


Se levantó lentamente
y puso el samovar en la mesa, y preparó algo de té. Entonces golpeó la ventana
con sus dedos. Tsering Wangyal se dio vuelta y fue a la  ventana. Deutsen le pidió que entrara y fue a
abrirle personalmente la puerta.


 


"Entre",
le dijo, "y entíbiese un poco. 
Seguro que debe estar con frío".


 


Wangyal al ver al
rey entro en shock. "Mi rey", le dijo, "¿qué lo trae a usted a este
humilde domicilio?".


 


"Shhht",
susurró el rey. "Yo estoy aquí para encontrarme con alguien. Pero no se
deje perturbar usted por esto. Venga mi amigo, primero tómese un té
conmigo".


 


"Usted es un
hombre muy bondadoso", contestó Wangyal. "Mis huesos me duelen, pero
eso es porque  soy un  viejo". Comenzó a sacudirse la nieve, y
por miedo a dejar marcas sobre el piso, comenzó a limpiar las suelas de
sus  zapatos. Pero mientras hacía esto se
tambaleó y cayó.


 

Deutsen se precipitó
a ayudarle y suavemente lo puso en una silla. Llenó dos tazas y le pasó una a
su visita.  Vertió la suya sobre el
platillo y se puso a soplar para enfriarlo.


 


Pero mientras
Wangyal bebió su té, Deutsen seguía mirando la calle.


 


"¿A quién
espera usted, mi señor?" preguntó su visita después de que pasara algún
tiempo. "Si soy un estorbo permítame que me vaya".


 


"No se
preocupe", dijo Detseun. "Es cierto que espero a alguien. Pero eso
no significa que usted  se tenga que
ir". Y diciendo esto, Deutsen le rellenó la taza con té a su visita.


 


Ellos se sentaron en
silencio por un largo rato. Entonces Wangyal Tsering se levantó y dijo:
"Gracias, Su Majestad. Usted me ha dado alimento y comodidad para mi alma
y mi cuerpo. Usted es mucho más que un rey. Usted es un hombre noble".


 


Lentamente Tsering
caminó hacia la puerta y mientras salía 
bendijo a su anfitrión.


Este nuevamente
comenzó a mirar por la ventana esperando a 
Buda y pensando sobre él y sus quehaceres. Su cabeza estaba llena de sus
enseñanzas.


 


Dos personas del
pueblo pasaron y luego un panadero que llevaba una canasta. Entonces pasó una
mujer con zapatos de campesina. Ella pasó por la ventana, pero se paró en la
pared. Deutsen la miró a través de la ventana y vio que estaba pobremente
vestida y que tenía un bebé en sus brazos. Deutsen oyó como lloraba el bebé y
como la mujer lo trataba de apaciguar. Subió, salió por la  puerta y la llamó.


 


"¿Por qué
permanece usted afuera con el bebé en el frío? Venga adentro.  Usted lo puede envolver mejor en un lugar
cálido. Venga por aquí".


 


La mujer se
sorprendió, pero los siguió a su pieza. Él la llevó cerca de la estufa y le
dijo: "Siéntese mi estimada y entre en calor. Y también por favor alimente
al bebé".


 


"No tengo
leche. Yo tampoco he comido nada desde temprano en la mañana" dijo la
mujer, pero incluso así le dio pecho a su bebé.


 


Deutsen sacudió su
cabeza. Trajo un tazón y algo de pan.  En
él vació algo de sopa de repollo y dijo: 
"Coma mi estimada y yo cuidaré al bebé".


 


La mujer comenzó a
comer mientras Deutsen puso el bebé en el lecho y se sentó a su lado. Él hizo
unos ruidos que hicieron reírse al bebé. 
Llevó su dedo a la boca del niño y rápidamente lo retiró, haciéndolo una
y otra vez. Esto hizo que el bebé se riera aún más y Deutsen se sintió muy
contento.


 


La mujer sentada
comía y hablaba y le contó quien era ella y donde había estado.


 


Cuando terminó de
comer se levantó para irse.  Deutsen
suspiró.  "¿No tiene usted ninguna
ropa más abrigada?" le preguntó.


 


"No",
contestó ella. "Yo no puedo costear nada mejor". Entonces la mujer
fue al lecho y tomó al niño. Deutsen tomó su larga capa que había colgado en un clavo en la pared y
se la dio.  “Aquí", le dijo.
"Esto le servirá para envolverlo".


 


La mujer miraba la
capa, luego a su anfitrión, y tomándola rompió en lágrimas. Mientras se iba, le
agradeció y lo bendijo.


 


Después que se fuera
la mujer, Deutsen comió algo de la sopa de repollo, y nuevamente comenzó a esperar.
Ahora veía una vieja mujer que cargaba manzanas frente a su ventana. Ella tenía
una gran canasta, pero parecía que no había muchas manzanas adentro,
evidentemente habían vendido la mayoría. 
Ella puso la canasta sobre el suelo para descansar, y mientras miraba
hacia la calle, un muchacho de gorro andrajoso corrió hacia ella, le
arrebató  una manzana del canasto y trato
de escabullirse.  Pero la vieja se dio
cuenta y cogió  al muchacho por la manga.
El muchacho gritó y la vieja comenzó a regañarlo y a golpearlo. Deutsen salió
para afuera y oyó al muchacho diciendo, "Yo no la tomé. ¿Por qué me está
golpeando? Déjeme ir".


 


Deutsen los separó.
Tomó al muchacho por la mano y le dijo, "Déjelo ir madre.   Perdónelo. 
Es solamente un niño".


 


"Yo le enseñaré
una lección para que él no lo olvide por un año! Él es un malcriado!"


 


"Déjelo ir,
Madre. Él no lo hará nuevamente. Por favor déjelo ir".


 


La anciana lo dejó
ir y el niño quiso echarse a correr pero Deutsen lo paró. 


 


"Pida perdón a
la dama", le decía él. "Y no lo haga de nuevo.  Yo vi cuando usted tomó la manzana".


 


El muchacho comenzó
a llorar y pidió perdón.


 


"Esto está
bien. Y ahora toma, aquí hay una manzana para ti", y Deutsen tomó una manzana de la
canasta y se la dio al muchacho, diciendo, "Yo le pagaré a usted,
Madre".


 


"Usted los
estropeará de esa manera, a los jóvenes rebeldes", dijo la vieja mujer.
"Él debiera ser golpeado de tal manera que se acuerde de esto por una
semana".


 


"Oh,
Madre", dijo Deutsen, "esa es la manera simple, pero no es la manera
más  correcta. Si él tuviera que ser
golpeado por robar una manzana, ¿qué nos debieran hacer a nosotros por nuestros
pecados?"


 


La anciana se quedó
en silencio.


 


"Nosotros
deberíamos perdonar, estimada Madre", dijo Deutsen, "o si no, no se
nos perdonará a nosotros.  Deberíamos
saber perdonar sobre todo a un jovenzuelo irreflexivo".


 


"Es muy
cierto", dijo ella, "pero ellos se están malcriando
terriblemente".


 


"Entonces les
debemos mostrar mejores costumbres", contestó Deutsen.


 


Pronto la anciana
estaba lista para seguir su camino y mientras agarró su canasta, el niño saltó
delante de ella diciendo, "déjeme llevársela madre.  Voy por ese camino".


 


La vieja asintió con
su cabeza y mientras se alejaban bendijo a Deutsen, pero se le olvidó cobrarle por la manzana.


 


Cuando ellos estaban
fuera de vista, Deutsen volvió a su pieza nuevamente en espera de la llegada de
Buda. Pero nadie vino y ya se estaba haciendo tarde. Él se sentía cansado y se
recostó a descansar. Mientras estaba a punto de quedarse dormido le pareció oír
pasos, como si alguien se moviera justo detrás de él.  Deutsen se dio vuelta y le parecía que había
gente parada en una oscura esquina, pero no podía  ver quienes eran, y  una voz susurró en su
oreja: "Rey Deutsen, Rey Deutsen, ¿no me conoce usted a mí?"


 


"¿Quién
es?" murmuró Deutsen.


 


 "Soy yo, dijo la voz. Y de la esquina
oscura salió Tsering Wangyal, quien sonrió y se desvaneció como una nube  y no fue visto más.


 


"Soy yo",
dijo otra voz, después de unos minutos. Y nuevamente salió de la oscuridad la mujer con el bebé
en sus brazos, y la mujer sonrió  y
también ellos se desvanecieron.


 


"Soy yo",
dijo una tercera voz, y esta vez Deutsen vio a 
la vieja de las manzanas y al muchacho saliendo de la oscuridad y
sonriendo. Ellos también desaparecieron como los otros.


 


Y Deutsen se sintió
muy bien. Él entendió que Buda lo había visitado a través de esta gente y le
había mostrado la manera correcta de vivir. Él entendió que solamente al seguir
su mensaje podría él y su gente lograr la iluminación. Él entendió que por
haber sido visitado por Buda estaba 
bendecido y ahora era su deber divulgar su mensaje a través de su reino.


 


El Rey Deutsen llamó
a Padmasambhava la próxima mañana y después de narrar sus experiencias del día
previo dijo: "Mi amigo, usted verdaderamente es un hombre notable. Yo
esperé al Buda y él vino. Estoy bendecido. 
Desde ahora lo llamaré  Guru
Padmasambhava. En lo que concierne a mí, me dedicaré el  resto de mi vida a difundir el  mensaje de Buda".


 


Nota: Traducido por Thondup con la aspiracion de que todos los seres podamos entender la esencia del dharma y al ponerla en practica podamos alcanzar rapidamente la iluminacion insuperable. La vision del Buda, es la vision de la mente iluminada, libre de limitaciones conceptuales, que podamos alcanzar el significado perfecto que une sabiduria y compasion inseparables en el estado de realización total. Om Vajra Sarva Hum!