La originación dependiente tiene una profunda implicación. Connota que si uno no está satisfecho con la mera apariencia de un objeto y busca, a través del análisis, el objeto real sobre el cual se establece la designación, acaba por no encontrar nada en el interior ni en el exterior de las bases de designación de ese objeto que pueda ser identificado como tal objeto.
Tomemos, como ejemplo, nuestra entidad propia, el Yo; el Yo es el controlador o usuario de la mente y el cuerpo, y la mente y el cuerpo son los objetos que utiliza ese Yo. El Yo, el cuerpo y la mente existen de una manera clara, y no puede negarse que desarrollan sus respectivas funciones. El Yo es como el propietario, y el cuerpo y la mente le pertenecen.
En realidad, decimos: "Algo no funciona en mi cuerpo, de ahí que hoy me sienta cansado". O bien: "Hoy mi cuerpo está en perfectas condiciones, y por ello me siento lleno de vitalidad". Este tipo de afirmaciones es válido, pero con respecto a nuestro propio brazo, por ejemplo, nadie dice: "Esto es el Yo"; y sin embargo, cuando el brazo nos duele, decimos claramente: "Siento dolor, no estoy bien". A pesar de ello, es evidente que el Yo y el cuerpo son dos cosas diferentes; el cuerpo es algo que pertenece al Yo.
De forma similar, hablamos de "mi mente" o "mi conciencia", como cuando, al expresar lo que sentimos, decimos: "Pierdo la memoria, algo va mal en mi". Podemos incluso oponernos a nuestra propia conciencia, nuestra propia memoria; ¿no es así? Decimos cosas como: "Quiero mejorar la agudeza de mi mente, y por ello quiero adiestrarla", caso en el que la mente constituye tanto el adiestrador como el objeto adiestrado. Cuando la mente es rebelde – no hace lo que tú quieres – eres como el profesor o el adiestrador de la mente, y ésta es como el estudiante rebelde que va a ser sometido a un adiestramiento a fin de que te obedezca. Decimos y pensamos estas cosas y actuamos de acuerdo con ellas.
En estos términos, tanto el cuerpo como la mente son cosas que pertenecen al Yo, y este Yo es el propietario; no obstante, aparte de la mente y el cuerpo, no existe una entidad del Yo separada o independiente. Todo indica que el Yo existe, pero a pesar de ello, cuando se somete a una investigación, no puede hallarse. Por ejemplo, el Yo del Dalai Lama debe estar dentro de los confines de esta zona delimitada por mi cuerpo; no existe otro lugar donde fuese posible encontrarlo. Esto está claro; es seguro. No obstante, si buscamos dentro del área, qué es el verdadero Dalai Lama, el verdadero Tenzin Gyatso, aparte de este cuerpo y mente, el Yo no tiene entidad propia.
Incluso así, el que exista el Dalai Lama es un hecho, es un hombre, un monje, un tibetano, alguien que puede hablar, beber, dormir, que puede disfrutar; ¿no es así? Esto resulta suficiente para probar que algo puede existir aunque no pueda ser hallado.
Pero, ¿quiere decir esto que el Yo no existe? No, no significa esto; el Yo, definitivamente, existe, pero, incluso existiendo, no puede ser hallado entre sus bases de designación, que constituyen el lugar donde éste debe existir; uno tiene que decir que está establecido no por su propio poder sino a través de la fuerza de otras condiciones. No puede ser explicado de ninguna otra manera.
(…)La originación dependiente no significa solamente "originado en dependencia de causas y condiciones" o "designado en dependencia de una base de designación", sino también "originado o designado en dependencia de una conciencia conceptual que designa el objeto".
Así pues, en el término "originación dependiente", "depender" significa "depender o contar con otros factores". Una vez que el objeto depende de algo más, está privado de ser independiente. Por tanto, está vacío de naturaleza independiente. Por tanto, está vacío de naturaleza independiente, de existencia por su propio poder. Pero, no obstante, surge ese objeto sujeto a una serie de condiciones.
Bueno y malo, causa y efecto, uno mismo y los demás – todos los objetos están establecidos en dependencia de otros factores – se originan de forma dependiente. Los objetos, debido al hecho de que surgen de forma dependiente, están desprovistos de la visión extrema de existir por su propio poder.
Asimismo, por cuanto dentro del contexto de la dependencia el ayudar y el dañar surgen y existen, los objetos no es que no existan, los objetos existen; el desarrollo de sus funciones es posible. Desde este punto de vista, las causas y efectos de las acciones son factibles como en el caso del Yo que constituye la base de éstos. Cuando se llega a comprender esto, uno se libera de la visión extrema de la no-existencia, del nihilismo.
Extracto del libro de S.S. Dalai Lama "El sentido de la vida desde la perspectiva budista".